Carta de una actriz desesperada a Almodóvar
Querido Pedro:
He intentado reprimir las ansias de escribirte, pero difícilmente he podido contenerme pues soy ya una de esas Mujeres al borde de un ataque de nervios. Durante años me he desvivido por ti, para que me descubrieras (y ¿a quién no le gustaría? Hasta Sabina confesó querer ser una chica de tu harén cinematográfico) pero mis esfuerzos, por ahora, han caído en saco roto. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Aun así, no decaigo en mi empeño y aquí te espero, Entre tinieblas, deseosa de que algún día me guíes hasta el estrellato.
Puede que te preguntes de dónde me viene esta pasión por la interpretación y apenas me siento capaz de responderte. Es un sentimiento y punto. No se puede explicar, como un gran misterio. ¡Será La ley del deseo, Pedro! Un deseo que ya empezaba a poner de manifiesto durante mi más tierna infancia a través de simples juegos (fingir ser un maniquí en el escaparate del comercio de mi abuela o bailar y cantar a pleno pulmón, para mal de mi madre y de los vecinos, delante del espejo). Ya, después, durante mi adolescencia no existía más placer para mí, aparte de bailar en las verbenas, claro está, (una es artista y vividora) que ir a una sala de cine e imaginarme en la piel de Gilda, de Scarlett O´Hara, de la malvada Maléfica o hasta ¡de un Goonie!. Vamos, que quería ser actriz (titiritera, farandulera, cómica). Pero la realidad fue otra. Lo que malamente denominan sentido común me llevó por otros derroteros. “Estudia derecho”, decía mi madre, pero ¿a quién iba a engañar?, a mí sólo me hacía ilusión ser abogada por Ally McBeal y su Dancing Baby, una ilusión a años luz de la realidad. Finalmente, decidí matricularme en Periodismo. Entre titulares y entradillas pasaba mis días, pero La flor de mi secreto no dejaba de brotar en mí. La voz de Dionisio me llamaba cada noche y, acabada la carrera, no lo hice esperar más.
Después de una estancia en el extranjero, en Francia concretamente, (para que veas que una tiene preparación internacional; c´est la classe!) me apunté a teatro. Cursos en Barcelona y en Madrid me permitieron degustar distintas técnicas: que si memoria emotiva por aquí, que si acciones físicas por allá, que el dinero entre tanto curso se me va…Y es que mucho curso, pero poca acción, Pedro. Lo de subirme a las tablas resultaba más difícil que intentar entender una película de David Lynch (esto te lo suelto para que veas que soy una entendida en cine y que no sólo disfruto con Loca academia de policía). Por suerte, el destino decidió sonreírme y acabé haciendo mis pinitos en las salas off de Madrid bajo la dirección de la compañía Grumelot con una obra caústica que te recomiendo ver, Un cine arde y diez personas arden, de Pablo Gisbert. Pero, claro, del teatro alternativo no vive el actor. Las cenas con espectáculo (Cluedo, zombies, asesinatos varios) y las animaciones infantiles me facilitan el sustento. También los anuncios publicitarios. Estoy abocada, triste de mí, a ser la cara de algún producto de belleza o de algún yogur saludable, pero, ¿a quién vamos a engañar? Yo no tengo cara de yogur saludable.
Por ahora, aquí me tienes, sin representante. Voy de casting en casting, sola entre las demás aspirantes, como una Pepi, una Luci o una Bom cualquiera (otra chica del montón, vaya). ¡Todo es Matador, Pedro, matador! Y mientras, la eterna pregunta siempre flotando en el aire ¿videobook o no videbook? “Videobook siempre querida, pero con escenas de alguna serie que hayas hecho, con buen material”, comentan por ahí. Ante la falta de dinero para costeármelo he optado por grabarme un monólogo de creación propia en el baño de mi casa. Todo muy improvisado. Y no te lo creerás, pero en él aparezco narrando las aventuras y desventuras como promotora y animadora en el aeropuerto (de más nombres que terminales) Adolfo-Suárez Madrid Barajas. Todo basado en hechos reales Pedro, que con algo más que con los shows infantiles tengo que costearme el alquiler. Te sorprendería la cantidad de actores que trabajan en el aeropuerto, sobre todo, en las tiendas sin impuestos. Allí de pie, ante los stands de diferentes marcas de lujo, siempre expuestos (con lo sensibles que solemos ser) a un público difícil con cara y cáracter de Jet Lag. Y es que el aeropuerto da para mucho, ¡anda que no!, para dos o tres de tus películas como mínimo. Es todo un mundo por descubrir.
Llegados a este punto de confesión íntima, no voy a mentir más. Hubo un encuentro entre nosotros. No lo recordarás, pero salgo en una escena de La piel que habito. Si, viniste a rodar a Galicia, mi tierra natal, y allí estaba yo, entre los extras. Para mi sorpresa decidiste nombrarme “figurante especial” y en la escena de la orgía salgo yo, eso sí, detrás de un arbusto, pero ahí estoy (que me quiten lo bailao). Todavía recuerdo tus palabras llenas de sabiduría que cambiaron mi manera de actuar para siempre, “cuando escuchéis acción os ponéis a jadear como locos”. Yo hasta estuve a punto de gritar, entre jadeo y jadeo, aquello de Átame por hacerte un guiño cinematográfico (que esto de los homenajes y autohomenajes en el mundo del cine dan caché). Al final me mordí la lengua. Del rodaje me llevo tu presencia y el recuerdo de un sabroso solomillo que comí muy cerquita de Antonio Banderas (¡qué hombre!).
Te pido que me tengas en cuenta para otro de tus películas Pedro. ¡Quiero Volver! Puede que no tenga el perfil picassiano de Rossy de Palma, ni la presencia de Marisa Paredes, ni la entrañable comicidad de Chus Lampreave, ni tan si quiera tengo las tablas suficientes, pero sé que puedo llegar a ser tu nueva Pe. Quedaría igual de bien en pantalla que la cerámica de Sargadelos, que con entusiasmo expusiste en Julieta. Así que no lo pienses más, sienta a Pe en una silla, Habla con ella y confiésale que sólo quedan abrazos rotos entre los dos, que lo vuestro se ha quedado en el mero eco de unos Tacones lejanos. ¡Conviérteme en tu nueva musa! Si no me veré obligada a llamar a las puertas de Paco León y no quisiera yo eso. Perdóname, me he exasperado…
Hace poco te he vuelto a ver en el aeropuerto, estuve a punto de saludarte, pero seguro que no me reconocerías. Me quedé con el secante empapado en perfume contemplando como atravesabas la tienda en dirección a las puertas de embarque. Suspiro al pensarlo. Espero volver a verte pronto.
Sin más dilación me despido.
Siempre tuya,
la periodista farandulera.